domingo, 1 de febrero de 2009
Nací en una clínica del barrio capitalino del Vedado
I.
Erase una vez…
Nací en una clínica del barrio capitalino del Vedado, el 11 de septiembre de 1934, a pesar de que mi familia vivía en Batabanó, un pequeño pueblo de la costa sur de la provincia de La Habana. Sucedió así porque fui el primer nieto y mis abuelos quisieron lo mejor para mí, obligando al tacaño de mi padre a pagar los gastos. El tratamiento médico en un pueblo pobre no era igual al de una buena clínica en la capital. Los escasos y muy pensados relatos que me hicieron mis abuelos en mis años infantiles me hicieron pensar que mi madre, mujer de belleza extraordinaria, deshonró el nombre de la familia al abandonar a mi padre antes de que yo cumpliera los dos años. Mi progenitor, hijo de asturianos, de malas pulgas y gran avaricia, vio en mí reflejada la ofensa que le infringió mi madre y también me abandonó. Por aquel entonces se tomaba muy en serio las opiniones morales de los vecinos, por lo que mis abuelos huyeron de Batabanó, donde habían vivido casi cuarenta años, para no soportar la diaria vergüenza de mirar a sus coterráneos. Eso determinó que nos mudáramos para los suburbios de la capital, la bella ciudad de La Habana.
Mi mente comprendió lo que sucedía a su alrededor cuando ocupábamos la pequeña parte frontal de una humilde casa de madera situada en La Víbora, frente a lo que después sería la imponente iglesia de los Padres Pasionistas del Corazón de Jesús, la que vi construir desde sus cimientos hasta sus altas torres. Fui alimentado, al igual que otras dos tías y mi abuela, por los salarios que ganaban mi abuelo y mi tío Panchito como empleados de una empresa de ómnibus. Vivíamos pobres, pero decentemente.
Debido a que mis dos tías, Ocilia y Nidia, enseñaban el catecismo a los niños en la iglesia de los Pasionistas, el jefe de esos religiosos, en un gesto de gratitud, le solicitó a la dirección de los Hermanos Maristas, un prestigioso colegio situado en el barrio, que yo estudiara sin pagar. Cursé allí los años escolares correspondientes hasta el segundo año del bachillerato, porque cumplí con creces la única condición exigida por mis benefactores: ser uno de los cinco mejores alumnos de mi nivel. Notorios personajes fueron algunos de mis condiscípulos, deviniendo algunos en ministros y otros en mafiosos. Tal vez fue la etapa más feliz y despreocupada de mi vida, terminada abruptamente cuando a los doce años declaré que no creía más en la religión católica por la sencilla razón de que si existía realmente un Dios que nos amaba tanto y era tan poderoso, ¿por qué permitía entonces tanta maldad, tanta crueldad, tanta desigualdad, tanta miseria humana entre nosotros? Eso de que estábamos en la tierra para demostrar que éramos dignos de Él me pareció incompatible con el inmenso amor que nos tenía el Todopoderoso. ¿Quién que tuviera tanto poder dejaría a sus hijos al libre albedrío, rodeados de tantas y tremendas tentaciones, con el riesgo de perderlos sin remedio? Mi abuela se acongojó, convencida de que yo estaba loco de remate. Por aquel entonces mi abuelo estaba retirado y el único hijo que quedaba en el hogar, Panchito, era un alcohólico. El ingreso de la familia era de cuarenta y siete pesos mensuales y se pagaba veintiuno por el alquiler de la casa. Para reponerme la muda de ropa y los zapatos hacía cualquier trabajo, desde palear cemento en la construcción de una edificación por treinta centavos la hora, hasta cargar dos cubos de agua por cinco centavos, subiendo la empinada cuesta de la calle Vista Alegre, entre San Anastasio y San Lázaro, para abastecer las cisternas donde no llegaba el precioso líquido por falta de presión. Pero había mucha competencia. ¿De dónde sacaría el dinero para estudiar?
(continuará)
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Soy Juan Menéndez, ( Juanito ) y gracias a usted señor Menier, pude conseguir carne cuando mi mujer tenía una anemia tremenda( María, la de los quesos ), quiero aprovechar la ocasiòn de poderme comunicar para darle una vez más las gracias, vivo en Miami y ahora soy carnicero, hice la promesa de que sin carne nunca más, mi esposa " La María me djo que usted ayudó y se podía buscar un gran problema..Estoy leyende su blog, y después le daré mis opiniones... Gracias
ResponderEliminarNo recuerdo su nombre ni tampoco el de su mujer, pero si me esta vacilando le dire que eso de hacer quesos esta oscuro. Le aconsejo que revise su pasado. Si no me esta vacilando, digame como ayude a su esposa, "La Maria". Total, ya estamos fuera de Cuba, a que viene tanto misterio? Na, que el que nace para tranvia, del cielo...
ResponderEliminarJuan Antonio Rodriguez Menier.
Es cierto señor Menier, no hay porque andarse con miedo, ya no estamos en Cuba,( que dicho sea de paso soy graduado universitario en deportes ( atletismo) y eso se lo debo a la revolución, porque dígame usted en que otro país me hubiese hecho licenciado en eso de correr.) pero sepa usted, que tengo el ( síndrome de Menier y el de Estocolmo ), mire soy Juanito, usted le regaló a la María 1/2 kilo de carne de res, recuerdo exactamente 450 gramos en un momento que eso tenía el mismo valor que el oro, con esa carne la María preparó 20 kilos de chícharo, que mezclado con la carne y el agua etc. se pusieron en casi 30 kilos, esto María lo envasó al vacío,( a lo cubano, sin máquinas ni na) en porciones de 60 unidades y tuvimos mucho tiempo chícharos para mezclar con otros alimentos. Usted sabe quien es La María, era vecina suya.. ¿ Usted cree que le estoy corriendo una máquina? La María era rubia de niña, pero después se echaba agua oxigenada y se aclaraba el pelo, tenía los ojos entre verdes y azules, cuerpo de morena, porque ella es mulata de cuello para abajo...usted tiene que conocerla...
ResponderEliminarMire su blog está bien, pero eso de iglesias y explicaciones, eso es pa los burgueses, a nosotros que nos importa,, pero bueno siempre hay gente para todo, yo soy universitario fíjese, a mi me gusta, yo lo digo por los demás.. bueno un saludo y volveré a leer su blog en otro momento
Senor Menendez: nunca cogi carne de la empresa donde trabaje. En mi casa se comio estrictamente lo que daban por la libreta en ese tiempo, 1965. Continuo sin saber quien era esa tal Maria, a la cual no le regale absolutamente nada. Si yo fuera Ud. investigaria con el carnicero de su cuadra. A lo mejor Maria cogio "carne de contrabando"...o de otra manera...Juan Antonio.
ResponderEliminarCoqui: Te acuerdas al TicoTeodoro Picado y lo que le hiciste a su mujer? Lo recordamos
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