viernes, 30 de enero de 2009

Juan Antonio Rodríguez Menier


Tal como fue.







Juan Antonio Rodríguez Menier.











Dedicado a Klaus y Young Joe.





Prólogo.



Este libro se refiere a algunos hechos relevantes de mi vida. Desciendo de una familia revolucionaria desde la época en que Cuba era una colonia española. Mi abuelo fue un mambí que combatió a las ordenes del Mayor General Antonio Maceo Grajales. Mi primo, Mario Torres Menier, que fuera Jefe de las Fuerzas Aéreas de Cuba, combatió la dictadura de Gerardo Machado. Mi tío, Francisco Menier Cybeira, murió a manos de los es­birros de otro dic­tador, Fulgencio Batista, al que yo también combatí.



La historia de mi país natal muestra un pueblo de mentalidad ágil y, sin embargo, ingenua; muy dado a la broma, a la música, al ron y a la cerveza; esclavo del sexo, pero apologista del amor, de la ternura, de la dedicación familiar; con sentimientos quijo­tescos y bravura equivalente a nuestros antepasados españoles cuando se hiere el patriotismo o la vanidad personal. Hijo legítimo de ese pueblo, tengo sus defectos y virtudes, de los que no reniego ni presumo.



Después de una experiencia insurreccional algo ac­tiva y peligrosa, que terminó con la sorpresiva victoria sobre el dic­tador, viví los momentos gloriosos e imborrables del reconocimiento de mi pueblo y la dicha de ser libre e independiente.



Cuando pensaba que el mal había sido vencido y, como en los cuentos de hadas, todos seríamos felices, comenzó la verdadera, la grande, la absorbente guerra contra el país más poderoso y más cer­cano a nuestras costas, los Estados Unidos.



La vida dispuso que combatiera en la Contrainteligencia e Inteligencia, organizaciones vituperadas por los enemigos y encumbradas por el gobierno, a menudo incomprendidas por escritores, analis­tas, políticos y pueblo en general. Al inicio fui un oficial secreto den­tro de las filas del enemigo; posteriormente un oficial público que reprimía a los enemigos y en­frentaba la prensa y las cámaras de televisión; y finalmente un oficial con cu­bierta diplomática, con sede en varios países. Desempeñando estas tareas, ocupé cargos adminis­trativos de relativa importancia dentro del gobierno. Ambas fun­ciones, la secreta y la pública, me permitie­ron conocer profunda y detalladamente alma y cuerpo de la Revolución Cubana, así como as­pectos internacionales muy importan­tes.



No solamente participé operativamente en los distintos niveles en que trabajé, sino que también desarrollé una actividad teórica, es­cribiendo Normas de Procedimientos, Métodos Operativos, guiones fílmicos y televisados, artículos periodísticos y libros. Dirigí 27 pro­gramas de televisión, algunos totalmente secretos y realizados para Fidel Castro y el Buró Político del Partido Comunista de Cuba. Fui condecorado 9 veces, incluyendo la más alta condecoración de los Órganos de la Seguridad del Estado de Cuba, la medalla dorada "Capitán San Luis".



A pesar de lo antes expuesto, muy temprano, desde 1966, me convencí de dos cuestiones que me amargarían los años siguientes: Fidel Castro es un tirano demagogo; y el sistema socialista no funciona porque la naturaleza humana está en su contra. Tal vez por­que amo mucho a mi familia y no quería exponerla al peligro y a la humillación, quizá porque era suicida enfrentarse al Máximo Líder en aquellos momentos, o simplemente porque ya la marca de mi profe­sión, la simulación, se había adueñado de mi forma de ser, lo cierto es que me dediqué a sobrevivir, con la esperanza de que algún día podría ofre­cerles a mi familia y a mí mismo un futuro más prometedor.



Dos décadas después de llegar a esta convicción lo­gré el asilo político de toda mi familia inmediata en un país occidental. Cambié mi cubanía por la posibilidad de ser feliz, para que tuviéramos la oportu­nidad de optar por nuestros sueños. En esa fecha, enero de 1987, termina esta parte de mi autobiografía. Por razones obvias no cruzo esa frontera del tiempo, aunque aseguro que los años siguientes fueron tan o más interesantes que los narrados aquí. Convivo sosegadamente con mi esposa y mi hija Alina, disponiendo de suficientes recursos monetarios que nos permiten una vida decente. Alina es maestra de una universidad. Elisa, mi esposa, se dedica a la jardinería. Glenda, mi otra hija, es también maestra y se casó con un abogado estadounidense. Mis hijos han formado su propia familia. Amaury es negociante e Iván es empresario. Somos felices en la medida en que lo pueden ser los humanos. Al principio añoré mucho mi patria natal, pero ya no. Me quedan allá dos tías muy ancianas y algunos primos. Mantengo solamente una relación muy estrecha con mi tía Nidia. La Habana donde nací y crecí ya no existe. Es otra ciudad, destruida y triste. La mayoría de mis amigos han emigrado o muertos, y los que quedan en Cuba no se acuerdan o no les conviene acordarse de mí, y algunos hacen cualquier cosa por sobrevivir.



Los 17 años que vivo en mi patria adoptiva me confirman que la expe­riencia y conocimientos que adquirí del sis­tema socialista y de su "enemigo mortal", el capitalismo, son tan actuales como antes y sir­ven para pronosticar hechos venideros. Mientras exista la desi­gual­dad económica y so­cial, la pobreza de muchos y el enrique­ci­miento de unos pocos, el fanatismo religioso y el extremismo político, la eterna comedia del mundo se repetirá cí­cli­camente, representada en el teatro del destino.



Juan Antonio Rodríguez Menier.



Madrid, 20 de septiembre de 2003.

He visto su blog, parece un blok de hormigón.....


From: Andrés Martínez
To: Juan Antonio Rodriguez
Sent: Wednesday, January 28, 2009 3:05:04 AM
Subject: máquinas de hielo

Muy buenos días:



He visto su blog, parece un blok de hormigón, es estrecho y largo, solamente por eso.... alguien me dijo que usted fue jefe de la carne en Cuba..... pero si en Cuba no había carne...... es como si le pusieran de jefe del equipo que estaba de guardia para salir con las barredoras de nieve a limpiar las carreteras...



Por cierto, señor aprovecho la oportunidad para preguntarle ¿Que hicieron por fin con las barredoras de nieves? ¿Sabe usted, si el que las compró era un espía de la CIA?



¿Es cierto que las barredoras de nieve se compraron por un mal pronóstico del tiempo?



Trabajo en siberia y tenemos un excedente de máquinas quita hielo... ¿Le queda algún contacto en Cuba que las quiera comprar? Me dan un 10% de comisión y le cedo a usted un50% del 2% que me corresponda del 10 antes mencionado... Un 50% de lo que sea, siempre es una buena ganancia o al menos suena bien... espero su contesta...



Un cubano siberiano.





Señor cubano siberiano: yo no era jefe de la carne. Solamente era Vicedirector. Que edad tiene Ud.? Le pregunto porque no vaya a ser que fuera un niño majadero e insolente en esa época. Si no hubo carne no tiene ninguna importancia porque Ud. esta vivo, no? Lo cual demuestra que no hace falta ese alimento para sobrevivir. Le voy a dar un consejo: viva y deje vivir. Hay muchos jefecitos por ahí que no tienen nada que mandar pero ganan su sueldecito. No se meta en lo que no le importa. Se lo digo por el bien de su salud. Se puede indigestar.



Sigue usted hablando de cosos que no conoce. Comprar no una barredora de nieves, sino tres, demuestra una vez más lo avanzado de nuestra época que estaban los dirigentes del gobierno revolucionario. Mira como está Cantabria últimamente. No hay quién transite por sus calles. No porque estén llenas de baches, sino porque la nieve los ha llenado y los autos patinan. Ni se diga por sus caminos arrabaleros, que son los más en esa atrasada zona. Sin embargo, nuestros dirigentes estaban preparados por si algo parecido hubiera pasado en la isla. El asunto de Uds. los amargados, es que siempre tienen que criticar. ¡Qué le den morcilla!



Yo no soy comerciante. Puede dirigirse a un amigo mió que es medio polaco y que vive en Miami, su nombre es Kristian. Si le interesa le doy su dirección. Ese vende ataúdes a los que ya están en el cielo, o en el infierno, da igual; aires acondicionados en Alaska...y si le interesa ahí donde usted vive.



Por último, no me escriba más que con personas como usted solamente se pierde el tiempo. Si se atreve, la próxima vez lo voy a mandar para casa del...

Irrespetuosamente, Juan Antonio.